MÁS CAMBIOS DE ACTITUD

Cogimos un tren a su ciudad. Ahí ya noté que su actitud cambió un poquito, pero al principio creía que eran imaginaciones mías.

En el tren ya no se sentó a mi lado, como antes acostumbraba a hacer. Así que le pedí que lo hiciera, y lo hizo. Durante el viaje, iba raro, me dio la impresión de que como cabreado o enfurruñado. Estaba serio conmigo, y casi no hablaba. Leímos una revista que compró para el tren, y luego se puso como a dormitar. No quise ponerme pesadita, así que, como a mí también me estaba entrando el sopor, hice lo mismo, pero luego me cambié para los asientos de enfrente para estar más cómoda y poder estirarme.
Llegamos por fin. Bajamos del tren y anduvimos bastante. A mí me costaba caminar, sobre todo porque iba contándole algo a la vez que andaba, tirando de mi trolley y las calles eran muy empinadas. Para colmo, él iba varios pasos por delante de mí. No me gustaba pero nada hablarle a su espalda, y apuraba bastante, como si tuviéramos prisa. Tuve que hacer algunos altos, y a veces nos turnábamos en tirar del trolley. Además, llevábamos la bolsa de sus regalos de cumpleaños con la tarta que todavía no nos habíamos comido.

Fuimos a su casa porque tenía que hacer no sé qué, pero yo preferí esperarle abajo. Que por cierto, tengo un mensaje suyo en el que dice que es de finca con animales, y a mí a donde me llevó fue a un edificio en plena ciudad, con un portal normal. Nada de finca, casa de campo, animalitos... Nada de eso.

En fin, me senté en las escaleras de fuera a esperarle, y al poco bajó. Seguía en ocasiones con esa actitud tan extraña. Estaba más pasota conmigo en su ciudad que en la mía, donde había buscado mi proximidad de todas las formas posibles. Y aquí andaba varios pasos por delante de mí, me tenía que adaptar a su ritmo al caminar, estaba raro, me rehuía un poco... No sé. Pensé que le daban prontos, o que estaría cansado por haber estado un día entero conmigo. Hay que ver con qué chorradas me comía el coco. Pero claro, ¿cómo explicar entonces su cambio de actitud? Yo intentaba no hablarle tanto para no agobiarle, pero no estaba a gusto, no era yo misma. No sabía qué pasaba ni por qué Z estaba así. Pero por no incomodarle, no le pregunté qué sucedía. Esperé a que se le pasara.

Fuimos después al apartamento ese que le habían dejado en la zona vieja de la ciudad. Me preguntó si me gustaba y le dije que estaba bien. Dejé la maleta. Salimos a un restaurante a cenar algo. Él no sé, pero yo me moría de hambre, pues no había merendado, aunque habíamos comido tarde en mi ciudad, en un restaurante chino, en consecuencia por habernos levantado también a deshoras.

Al terminar de cenar, volvimos para el piso y yo fui al baño a lavarme. Él se fue para el salón y se puso con la tele, y a cotillear un poco en las cosas del dueño del piso. Al salir del baño, le dije que si no le importaba, me iba a dormir, que estaba muy cansada. Me miró y dijo que vale, que él iría en un rato.

En la habitación, me puse la ropa de dormir y me acosté. Creo que las sábanas no eran limpias y me dio un poco de cosa, pues no sabía quién o quiénes habían estado antes en esa cama (yo no habría hecho que Z durmiese en unas sábanas usadas por terceros), pero estaba cansada, así que intenté que me dejase de importar y apagué la luz.

Llevaba pocos minutos intentando dormirme, cuando oigo que Z va al cuarto de baño y luego entra en el dormitorio. Se desviste y se acuesta a mi lado. Me abrazó e intentamos dormir.

Me despertó no sé a qué hora para lo que ya os imagináis. Me dio pereza, me hice la remolona. Conseguí seguir durmiendo. No sé cuánto tiempo había pasado, pero volví a ser despertada por él y, aunque seguía muriéndome de sueño, ya no me dejó dormir y me fui desvelando. Ya sabéis lo que pasó después.

Volviendo al tema de su torpeza en la cama, os diré que, además del tema de los besos, que ya comenté que no se le daban muy bien, era brusco besando, solía hacerme daño. También pisaba mucho mi melena con su mano, su brazo..., y claro, yo al intentar cambiar de postura, pues ¡ay! Eso del pelo lo hizo cantidad de veces.

En otro momento, hizo un movimiento con la pierna y me abrió el labio de un rodillazo. Qué romanticismo. Se disculpó, y se volvió a tumbar en penumbra. Yo me quedé sentada, tragando sangre y pensando en varias cosas. El asunto no iba bien. No por la herida. Sino porque había algo que no me cuajaba. Su actitud. Era muy cambiante, tenía unas rarezas y unos puntazos de tres pares de narices... No sé, no sentía que estuviésemos al mismo nivel psicológico.

Con esto no quiero decir que él fuera idiota y yo inteligentísima, no. Quiero decir que le daban mogollón de rafagazos de inmadurez. Puntazos. De repente. No sé cómo explicarlos. Se notaban en sus continuos cambios de humor, en cosas que decía, en detalles que tenía, en ideas que expresaba...

Una de esas opiniones que me flipó, fue cuando hablamos de la asesina de cachorros. Me preguntó por ella y le expliqué que era una tía que tenía unos cachorros recién nacidos metidos en un barreño, y los lanzaba al río mientras se partía de risa, mientras alguien la grababa en vídeo. Le expresé con palabras y mi indignación que repudiaba ese tipo de comportamientos. Él, muy serio y como si la inmadura fuese yo, comentó: "Habría que ver qué razones tenía para hacerlo". ¿Cómo? ¿¿Me engañaban mis oídos?? ¿Pero qué razones puede tener alguien que va lanzando cachorros al río para que se ahoguen, mientras se descojona, a la vez que graban su "hazaña" en vídeo y la cuelgan en Internet? Es como si él me comenta el rechazo que siente viendo una violación colgada en Youtube, y el violador se parte de la risa mientras lo graban violando, y luego lo cuelgan en Internet, y yo le respondo: "Habría que ver qué razones tuvo para hacerlo". ¿¿No pensaría cualquier persona razonable y con dos dedos de frente que a mí me falta un hervor?? Pues eso mismo pensé yo todas las veces que él salía con cosas similares (que no fueron pocas).

En fin. Estando en cama, como os conté, resulté levemente herida y lastimada en diversas ocasiones. No sé si es que le falta práctica, si es que no se da cuenta de cómo no hacer daño a su compañera de "juegos", o si no lo puede evitar, pero lo cierto es que irse a la cama con este chico es un deporte de riesgo. Y que conste que, aunque haya cosas que pueda mejorar, es un tío que es bastante considerado, se aplica, no me pareció que fuera egoísta y que pensase sólo en su propio placer (como sin embargo hacía mi ex), pero es que me dejó hecha polvo entre golpes y tirones de pelo.

A eso hay que sumar que me mordió el pecho y los labios, y cuando vio que me quejaba, me pregunta: "¿No te gusta que te muerdan?". Yo, que no sé si oí bien o qué, le contesto: "¿Cuando te presentan a alguien y le das dos besos, le muerdes? Se te queja y le preguntas si no le gusta que le muerdan. Esa contestación es de juzgado de guardia". Él se echó a reír ante esta respuesta mía, y a mí me contagió la risa. ¡Pero es que es verdad! ¿Dónde se ha visto que a una persona no masoquista ni sádica le tenga que gustar que le muerdan el pecho y los labios?

Cuando ya vamos a ponerle la guinda al pastel, la mete por donde no la tiene que meter. En vez de tocar para encontrar el sitio y meterla después, no. Lo que hace es empujar su parte íntima contra donde él cree que se encuentra el orificio, y como no acierta, sigue empujando aquí y allá. Luego claro, me hace heridas intentando metérmela por donde no hay agujero, y la cama acaba hecha una pena de sangre. Y aún me dice: "A ver si os creéis que vosotras sois las únicas a las que os duele". ¿Y cómo no te va a doler la penetración, alma de Dios, si intentas meter el pinrel donde no hay agujero? ¡Es que lo estás aplastando contra mi cuerpo! ¡Como para no sentir dolor!

Yo os aseguro que si a los hombres les doliera el sexo, no lo practicaban. Y sin embargo ya veis cómo andan. Como locos. Señal de que no les duele.

Lo que pienso es que aún Z debe de pensar que el sexo duele, a causa de la falsa impresión que se llevó por no saberla meter.

Cuando se tiene que poner un condón, además de que yo le saqué de su error explicándole que había que dejar un depósito para el esperma pinzando el mismo con el índice y el pulgar, resulta que no sabe. Vale, si nunca se había puesto uno, lo puedo entender. Y no me importa nada ayudarlo o explicarle cómo se pone.

Pero la segunda vez tampoco sabía, ni la tercera, ni la cuarta. Siempre tenía que acabar poniéndoselo yo. ¿Le hará lo mismo a la siguiente? Y luego dice que lo trato como si él fuera un niño y yo la mamá.

Después, cuando damos por terminado el asunto íntimo, nos levantamos, aseamos y vestimos para irnos a comer, pero nos entretenemos un poco, así que aprovecho para sacar la tarta de la nevera y las cucharillas, y él ya me dice que no la va a probar (esto fue como lo de la cadena de plata que no se pensaba poner). Me dijo que seguro que estaba mala por no habérnosla comido antes.

La huelo: huele bien. La pruebo: sabe bien. Me la empiezo a comer. Nunca me provocaría malestar o dolor de estómago. Estaba buena. Pero a él nadie lo bajaba de la burra: que no la probaba, que no, que no, que no te enfades pero que no la pienso probar porque me va a sentar mal, que no y que no.

Comí hasta que ya no quise más, y como él no iba a comer, la tiré. Otro regalito de cumple bien aprovechado. Como me sobra el dinero... Las velas ya ni las saqué de su envoltorio (y ahora, dos meses después, ahí siguen sin abrir). Tampoco sirvió de nada comprarlas.

Lo único a lo que le dio uso, fue a los bombones, porque comíamos de vez en cuando. Pero con las demás cosas creo que no acerté. Si lo hubiera sabido antes, me lo ahorro, y me lo gasto en mí, porque veía que él no merecía el sacrificio y gasto que yo hice. Que no es por echarlo en cara, pero es que es la verdad. No apreció los regalos e incluso la tarjeta, la tarta y la cadena lo hicieron sentirse incómodo. Mejor no haberle regalado nada. Los bombones, una tarjeta que dijese "Felicidades" y fiesta. Pero está visto que merecer, no se mereció mi esfuerzo y cómo luché por intentar agradarle en su cumpleaños. No estuvo a la altura, como con casi todo lo demás.

Eso sí. También tengo que decir que por el tema de la tarta no paraba de disculparse, pero ¿qué más da? Con una disculpa no se soluciona. ¿Se iba a morir por probar un par de bocados de tarta? ¿Por hacer el paripé con las velas que le había comprado? Respuesta: NO. Mucho: "E, no te lo tomes a mal, que yo lo aprecio, pero no me la como por si está mala". No le valió ver que yo no me moría, ni me daban retortijones, ni que la tarta tenía buen aspecto. No la quiso probar y no la probó. O sea, que la compré para darle yo un par de bocados, pasearla por mi ciudad y la suya, y para tirarla casi entera a la basura. Como estaba tan boyante... Madre mía. Y luego hay gente que se muere en los países tercermundistas porque no tienen ni lo más básico, y él tira tartas porque parece pensar que están envenenadas.
Después nos fuimos a comer. Salimos del piso y anduvimos por la zona vieja. Le cogí de ganchete mientras caminábamos. Murmuró casi sin mover los labios que no éramos novios para que le cogiese así. Flipé. Yo cojo así a mi madre, a mi abuela, a mi tía, a mis amigas... Además, YA SABÍA QUE NO ÉRAMOS NOVIOS, no tenía que decírmelo. Me quedó bien clarito en la escena de la cama. "No quiero compromisos". Tranquilo, que no me he olvidado. Además, que le coja del brazo o que me siente a su lado no quiere decir que vaya a casarme con él... Quiere decir que me gustaba, que me sentía bien con él cuando no hacía el tonto ni se comportaba raro; quiere decir cariño, aprecio, atracción, estar a gusto. Pero consiguió volver a hacerme sentir mal, porque vio maldad donde no la había. Enseguida lo solté. Y sentí en mi interior que él no quería que los demás pudieran pensar que tenía conmigo más que una amistad. ¡¡Pero qué tío tan raroooooooo...!! ¿Qué narices le pasaba por la cabeza? Os juro que no podía entender por qué era así conmigo, por qué siempre que estábamos un poco bien, tenía que estropearlo huyéndome y haciéndome sentir mal.

Me preguntó dónde quería comer y me decidí por el McDonald's. Nos comimos unas hamburguesas y tomamos unos refrescos. Creo que él también se comió una ensalada. No se sentaba a mi lado ya. O si lo hacía, era porque previamente yo se lo pedía. Eso hacía que cada vez me sintiese peor, y que fuese comprobando que era un chico con el que no se podía disfrutar y estar tranquila: era alguien conflictivo y con algún tipo de problema psicológico, o al menos, eso daba a demostrar. Porque alguien normal y sano, no hace esas cosas, ni tiene esos cambios repentinos de humor, ni rehuye a quien previamente convenció de tener algo serio, etc.

Ese detalle de cogerlo del brazo me lo haría más veces. Y otros más parecidos.

Cada vez me sentía peor y me confundía y desconcertaba más.

Por la tarde, desalojamos el piso porque su dueño lo necesitaba y nos fuimos a un hostal. Me llevó hasta el teatro donde se iba a representar la ópera, explicándome el camino que tenía que seguir, la puerta por la que tenía que entrar, y dándome la entrada. Me indicó también que al salir lo esperase en otra puerta por la que salía la gente que había intervenido en la representación. Dijo que iba a pedir a alguien que nos hiciese una foto antes de quitarse el traje con el que actuaría esa noche.

Como Z tenía que preparar cosas relacionadas con ello y había quedado con más gente, anduvimos juntos un trecho hasta que él se fue por un camino y yo por otro, pero antes sacó unas bebidas de una máquina expendedora que había cerca y me dio una Coca-Cola, mientras me volvía a aclarar entre dientes, por si me había quedado alguna duda, de que no éramos novios, sino "amigos con derecho a roce". ¿Qué os parece, queridos lectores? Le dije que ya lo sabía, pero que estaba harta de que siempre tuviera ese tema en la boca.

Se dio cuenta y me pidió disculpas, excusándose: "Era broma". ¿Y pensaba que yo me lo creía? Pero siempre decía lo mismo tras cada una de sus aclaraciones: que era broma. Pero tonta yo no soy. Y esos continuos cambios de parecer en él, me incomodaban sobremanera. Siempre igual: "No somos novios", "Es una broma", "Somos amigos especiales". Claro. Estaba dándome cuenta de que novios no seríamos, pero derechos de novios sí teníamos. Y eso no me gustaba ni un pelo. ¿Me estaría utilizando? Esa idea se empezó a formar en mí poco a poco, a raíz de esos puntazos que le entraban.

Lo peor es que yo no conseguía entender por qué hacía eso. ¿Por qué me dejaba claro hasta dónde iba a llegar conmigo, pero cuando yo decidía poner distancia él casi me suplicaba que no, que quería algo serio conmigo, que se estaba enamorando de mí, que siempre pensaba en mí y deseaba abrazarme por las noches, y demás? ¿Por qué después no sacaba la conversación que teníamos pendiente? ¿Por qué hizo como si nada de lo anterior hubiese pasado, y como si fuese nuestra primera vez juntos, me dijo la segunda vez (tras todo lo hablado) "No quiero compromisos"? ¿Por qué en mi ciudad buscaba conmigo tanto la proximidad, estaba bromista, cariñoso..., y le chocaba que no quisiera presentarle a mi padre? ¿Por qué en su ciudad cambió repentinamente de actitud? ¿Por qué tantas advertencias, ya obsesivas, de que entre él y yo nada más que una amistad con derecho a roce? ¡A pesar de todo lo que había dicho y hecho días atrás! ¿Por qué todo eso ahora, cuando casi ruega para que tengamos algo? Os lo juro: no comprendía nada. Cada vez tenía la cabeza hecha más lío.

En fin. Él se fue por su lado a preparar sus asuntos para la ópera por la noche, y yo me fui paseando hasta el hostal.

Llegué y me puse un pijama de verano, y me tumbé intentando dormir una siesta. Pero no estaba tranquila, porque quería ducharme y lavarme el pelo para la representación, y me tarda mucho en secar. No quería ir como una leona, con el pelo como electrificado. Así que no descansé en todo el tiempo que estuve en cama.

Por si acaso, por si me dormía o me despistaba, puse el despertador del móvil. Hice zapping hasta que encontré un maratón de Bob Esponja, y me vi el capítulo ese en el que Bob desprecia tanto a su caracol, olvidándose incluso de darle de comer, que éste se acaba yendo de su lado (esta situación me suena de algo).

Vi un poco más pero luego me fui a la ducha, me vestí, me maquillé y me fui.

Llegué, busqué mi localidad y me senté en mi asiento. Para entender lo que cantaban tenía que leer los letreros con las traducciones.

No estuvo mal. Pero prefiero el teatro. Una experiencia más. Eso se lo agradezco a Z.

Terminó y fuimos saliendo. Bordeé el edificio hasta llegar cerca de la puerta por donde me dijo que iba a salir. Tardó un poco y hacía frío. Yo tiritaba.

Salió tras un buen rato, vestido ya con su ropa ordinaria, y no había dicho a nadie para que nos hiciese la famosa foto. Un poco extrañada, lo seguí mientras nos íbamos. Le pregunté por qué no habíamos hecho la foto, por qué salía ya con la ropa de siempre, y dijo que se había olvidado.

Anduvimos un buen trecho hasta encontrar algún local abierto a esas horas, donde pudiésemos cenar. Acabamos en un bar que no os diré cómo se llamaba, pero era tan cutre que no hacía honor a su nombre. Pero no culpo a Z. Es que no había otro lugar. Era muy tarde.

Pedimos unos sandwiches, unos refrescos. Charlamos y me enseñó unos documentos. Los necesitaba para el día siguiente, porque tenía un juicio por la mañana contra el falso profesor, al que yo le acompañaría.

Con su sandwich le sirvieron un espárrago, que ambos probamos y sabía agrio. Lo dejamos. Z tenía de nuevo esa actitud tan extraña que a mí me incomodaba tanto, pero hice como si nada para no agobiarle. Aunque decidme: ¿os gustaría estar con una persona a la que, por mucho que te atraiga, siempre le entran como unos prontos muy raros y parece estar enfadado sin que se le haya hecho absolutamente nada? Yo ya estaba empezando a hartarme. Pues como dice Merche en una de sus canciones: "Que el amor está pa' disfrutar". Y yo no estaba disfrutando en absoluto. Me estaba asqueando cada vez más. Porque un mal día lo podemos tener todos, pero no todo el tiempo, todos los días, haciéndoselas pagar silenciosamente con tu mutismo a una persona que está contigo porque le importas. De ese modo, sólo se echa a esa persona del lado de uno. Y era lo que, sin yo todavía saberlo, iba haciendo él conmigo, no sé si consciente o inconscientemente. Pero cada vez me repelía más. Ya no era el Z del principio. Ya no era ese chico que me deslumbró un 6 de Agosto. Era un chico que me hacía sentir rechazo, incomprensión, frustración, confusión, sufrimiento, malestar... Y yo no quería eso. Pero no era aún plenamente consciente de mis propios sentimientos. Sólo sentía que no estaba disfrutando esos días con él.

No digo que siempre fuese así, que siempre estuviese mal a su lado, porque no es verdad. A pesar de todo me gustaba mucho, pensaba que era un mal rato, que aún no se habían establecido unas bases sólidas entre nosotros, que necesitaba tiempo (aunque no entendía por qué, si me habló aquel día por teléfono como me habló, y yo además lo tenía tan claro); sentía inconscientemente que eso no era lo que yo quería. Pero luchaba por él, esperaba que fuese algo puntual, que cambiase su actitud... Y no lo hacía. Tenía momentos más animados, en los que estaba más gracioso, más hablador, incluso a veces un poco cariñoso, pero no era lo que yo quería. No era como antes. Y me sentía muy decepcionada por eso, pero no perdía la esperanza. Aunque ese fin de semana me estaba quemando muchísimo. De ello fui consciente unos días después, cuando me di cuenta de que no quería seguir así. Pero de eso os hablaré en mi siguiente post.

De camino al hostal, él iba varios pasos por delante de mí (como empezaba a ser costumbre) y no recuerdo por qué, pero tuvimos unas palabras. Creo que era porque Z hacía bastante el idiota cuando yo intentaba hablarle en serio (seguro que más de uno conoceréis esa sensación). Acabé callándome para no discutir. Tenía los pies destrozados a causa de los zapatos de tacón.

Llegamos finalmente al hostal. Me aseé en el cuarto de baño y volví a ponerme el pijama de verano. Z entró al baño y yo me acosté e hice zapping desde la cama. Al volver a la habitación, me dijo que en esa postura parecía que estaba muerta (estaba tumbada boca arriba viendo la tele, con las manos cruzadas sobre el pecho). Nos reímos. Él se acostó y le di el mando. Me saqué las lentillas y me dispuse a dormir.

Al poco, decidí quitarme el pijama. Me tapé con la sábana. Él se puso a tontear conmigo a ver si me animaba a tener tema, pero quería que se lo currara un poquito más, y él debió de pensar que no me apetecía, que dijo: "Bueno, veo que no quieres", así que se puso de nuevo en su lado de la cama y siguió zappeando.

Yo me había quitado la almohada porque, como padezco de las cervicales, cuando tengo inflamación la almohada me perjudica. Él la usó para ver la tele pero, cuando la apagó, la quitó diciendo que quería estar a la par conmigo.

Le pedí que me cambiase el sitio y me fui para el otro lado, y él para el mío. Estaba muy cansado tras la representación. Me dijo que le pasase el brazo por debajo de su cuello y lo hice. Se dormía y a ratos despertaba y me decía cosas.

La luz de las farolas entraba por la ventana. Era una habitación sin persiana y yo estaba desvelada. Me quedé un rato mirándole. Se había vuelto a dormir. Sentí mucha ternura y tuve ganas de besarle, pero no quise despertarle.

Abrió los ojos y vio que le estaba mirando. Me dijo algo y se volvió a dormir. Seguí mirándole. Le acaricié el pelo y se despertó, pero volvió a dormir al momento.

No sé cuánto tiempo pasó hasta que conseguí dormirme yo también.

Más tarde, me desperté y me cambié de postura, dándole la espalda, y seguí durmiendo. La luz y el ruido de la calle me molestaban bastante, me cortaban el rollo.

Nos despertamos antes de que sonase el despertador y estuvimos charlando en cama. Me volvió a cambiar el sitio y volví para el otro lado.

Como no me gusta que me vean desnuda (a causa de cosas que me sucedieron hace años, y amplificado por los complejos corporales), aprovechó cuando estaba pasando para el otro lado por debajo suya, y me lanzó una rápida mirada por debajo de las sábanas.

¿Sabéis que hace tiempo dijo que yo no tenía pezones? Lo que pasa es que no siempre estoy empitonada, y él al tocarme no notaba la diferencia del pezón a la piel normal, sobre todo siempre a oscuras. ¿Cómo no voy a tener pezones? Madre mía, lo que hay que aguantar...

Por la mañana, como yo no quería hacerlo con tanta luz (no me ponía nada la completa claridad sin persianas), nos fuimos al baño. Seguimos probando posturas.

Al final, nos aseamos, recogimos nuestras cosas y nos fuimos.

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