EL MIEDO AL COMPROMISO

En el tren, de vuelta a mi ciudad, me dormí varias veces. Estaba destemplada por el chaparrón y tenía el sueño desordenado. Me puse a pensar en el fin de semana con Z a la vez que escuchaba mi iPod y dormía a cachos. La conclusión era que él me gustaba, pero que no estaba contenta con cómo él afrontaba las cosas. Sentía que me estaba haciendo jugar, que no estaba a la altura de los acontecimientos a pesar de haberlos buscado él llamándome para "tener algo serio conmigo" y toda la demás palabrería barata que ya he relatado.

Decidí esperar acontecimientos, a ver qué pasaba y cómo respiraba él, pero no estaba a la altura de las circunstancias. Nos enviábamos mails y se salía por la tangente. Afirmaba "apreciarme mucho, tenerme mucho cariño", y ésas no son palabras para tratar a una pareja, sobre todo al inicio de todo, cuando más ilusión y pasión tiene que haber.

Yo hacía mis cábalas porque pensaba mucho en el tema, valoraba los hechos pasados y lo que iba sucediendo, y cada vez tenía más claro que ese chico no me convenía, porque no me daba lo que yo necesitaba. No era capaz.

Así que me empecé a enfriar, a alejar de él. Un sábado después de comer, recibí llamada suya, mientras yo veía tranquilamente la película de la sobremesa con mi madre. Salí de la habitación para hablar con calma con Z y no molestar a mi madre, que seguía con la peli. Me fui para el salón. Me dijo que tenía ganas de verme y que nos veríamos pronto. Yo no le respondí nada concreto. No creo que vernos fuera lo mejor, a pesar de tener ganas de verle, puesto que sabía que él volvería a las andadas con sus paranoias (por llamarlo de alguna manera).

Prefería ser realista y no verle, pero ya me daba miedo decírselo porque temía que se pusiera ansioso de nuevo con tal de no perder la oportunidad de seguir "disfrutando" de mí: "¡E, no te quiero perder...!". Ya me lo sabía de memoria. No quería decirle "No quiero verte" y que se pusiera a suplicar.

Así que simplemente fui fría. Decidí dejar de ser cariñosa y poner toda la carne en el asador. Total, ¿qué más daba? Si la carne la chupeteaban pero no se la comían, metafóricamente hablando.

Él, que no es tonto, notó que yo estaba rara.

La última vez que nos vimos, en su ciudad, me dijo en el restaurante donde comimos el último día, hablándome de cualquier tema: "Yo eso lo sé, igual que sé que tu padre se llama E. A.". Yo lo miré alucinada y le dije que cómo sabía el nombre y apellido de mi padre, y se hacía el loco para no contestarme. Cuando me respondió, dijo que lo había visto en el buzón del portal, cosa totalmente imposible, pues el portal del edificio de mis padres es muy amplio y los buzones quedan en el otro extremo, siendo además un portal oscuro. Él nunca estuvo solo en el portal, siempre estuvo acompañado por mí, y jamás se acercó a la zona de los buzones, eso lo puedo decir. Y para colmo, las etiquetas de los buzones son minúsculas y él no es que tenga demasiada buena vista usando gafas. Así que no me lo tragué. Le insistí más sobre el tema, pero no me quiso decir nada. Insistía en que lo había visto en el buzón. Así que yo, ya en mi ciudad, hice el experimento de mirar los buzones desde la zona en la que él había estado: la zona de esperar al ascensor. Imposible. Ni forzando la vista. Ni encendiendo la luz. Además, son 15 pisos, y por cada piso hay cuatro viviendas. Más el buzón del cartero y alguno más, ¿cuántos buzones calculáis que hay? 15x4=60. Sesenta buzones mínimo. ¿Y me quiere hacer creer que, desde la zona de los ascensores, él distinguió cuál era el buzón de mis padres y que pudo leer los nombres, y encima con la luz apagada en semi-penumbra? Venga, venga...

Le expliqué en esa conversación telefónica que hice la prueba y es materialmente imposible leer las etiquetas de los buzones desde donde se espera al ascensor, y en vez de responder, hizo un amago de risa y dijo: "¡E! ¿¿Pero todavía sigues con eso??", y yo: "Sí. Porque es imposible que hayas visto nada desde allí". Y él: "Quizá tenga mejor vista que tú". Y yo: "Por muy buena vista que tengas, es imposible que desde lejos acertases con mi buzón y que encima leyeses la etiqueta", a lo que él confesó: "¡Bueno, vale! ¡Averigüé el nombre de tu padre cuando me dejaste tu DNI!". Sí, pero es que la cosa es... que mi DNI no lo tuvo demasiado tiempo en la mano, sólo lo cogió un momento y enseguida me lo devolvió. Además, no pone el nombre completo de mi padre, sino que soy "hija de Fulano y Mengana", sin apellidos. Él me dijo que, conociendo mi apellido, era fácil deducir que mi padre se apellidaría igual. Pero ya no le creía, y encima ya todo me sonaba muy rocambolesco.

Charlamos un poco y colgamos (me parece que porque le metían prisa en casa para que colgara).

Volví a la habitación y volví a tumbarme para seguir viendo la peli, pero no demasiado contenta por pillarlo en una mentira, por pequeña que fuera.

Al momento me vuelve a sonar el móvil. Era él. Vuelvo a levantarme y salgo de la habitación. Contesto. Me dijo: "E, perdona por haberte mentido". Yo le dije: "No pasa nada". Y él: "Es que cuando hay algo que me da vergüenza reconocer, me da corte y digo alguna mentira piadosa". Y yo le digo: "Eso no fue una mentira piadosa. Una mentira piadosa es decirle a alguien que le queda bien un traje cuando no es así, para no herir sus sentimientos. Por eso que no entiendo por qué te va a tener que dar vergüenza decirme cómo averiguaste el nombre de mi padre", y él alegó que eran cosas suyas, rarezas, que le daba vergüenza a veces y recurría a pequeñas mentiras para no reconocer ciertas cosas. Yo le respondí: "Déjalo. No es tan grave. Si mientes es cosa tuya, yo lo dejo a tu conciencia". Y él insistía en que había sido por vergüenza, y tal y cual. ¿Vergüenza decirme por qué supo el nombre y apellido de mi padre? Sigo creyendo que hay más y que no tuvo narices de contármelo.

Luego claro, me cuenta otros días que anda por los Juzgados para ver si tenemos denuncias del falso profesor, y que indaga sobre mi expediente al conocer mi número de DNI, y para colmo esas indagaciones que afirmó realizar las hizo sin mi conocimiento ni consentimiento, y claro, pues pienso mal. ¿Quién no?

Yo sé que nunca sabré realmente cómo se enteró de eso, como tampoco sabré ciertas cosas relacionadas con el falso profesor y con él, como tampoco me enteraré nunca exactamente de qué sabe su hermano de mí y por qué conocía mi segundo nombre (aunque luego ambos se lavasen las manos y no me diesen ninguna explicación coherente).

Pues claro, a todas las paranoias de Z le sumamos lo de los secretos inconfesables y al mosqueo de una por no saber qué saben de ti, y cada vez te mosqueas más y confías menos.

Bien, pues al día siguiente recibo un mensaje suyo por la red social. Decía chorradas. Yo no le contesté porque veía absurdo responderle con más chorradas. No había nada que contestar.

Al rato recibo otro en el que me pregunta una tontería. Le respondo brevemente.

Luego recibo otros dos más con más chorradas, como si quisiera sacar temas triviales por hacer conversación. Pero yo sabía que no eran ganas de hablar conmigo lo que tenía, sino que probablemente supiera que no se estaba comportando bien jugando así conmigo y quería tantearme para ver de qué humor estaba yo y saber qué hacer él.

Yo no tenía ganas de, encima de cómo estaban las cosas, responderle con más chorradillas, sobre todo porque desconfiaba de él bastante, no me sentía a gusto. Y además veía que, o me decía de repente "E, perdona lo gilipollas que he sido, ya me he dado cuenta de lo que quiero y estuve haciendo el idiota porque quiero estar contigo", o si un mensaje similar no me llegaba, lo iba a acabar mandando a la mierda, porque no tenía ningunas ganas de más jueguecitos tontos de perder el tiempo.

Decía que en un rato me iba a llamar. Que se iba a rodar una película pero que iba a intentar pillar algún día que otro para venir a verme. Yo no le dije nada. Me preguntó si yo quería. Como veía que palabritas vacías o polvos accidentados era lo máximo que podía sacar de él, pero nada de amor real, no supe qué decirle. Estaba harta de falsas promesas y esperanzas vanas. Le dije que no me llamase, que había quedado (y no le mentí, aunque lo cierto es que todavía faltaban un par de horas para mi cita y podía hablar, pero no tenía ganas). Insistió de llamarme más tarde o al día siguiente, pero seguí sin confirmarle nada.

Vi que seguía con sus mensajes de chorradillas, incluso envió alguno al perfil de broma que le hice a una de mis mascotas, pero ni siquiera me molesté en contestarle, porque cada vez me sentía más estúpida y tenía más ganas de dejar de tratar con él.

Estaba dañando seriamente nuestro trato con sus tonterías, cada vez más. Y yo podía hacer oídos sordos a algunas cosas, pero ante las evidencias de "este-tío-no-se-aclara-y-sólo-quiere-sexo-y-juerga", lo iba viendo cada vez más claro.

Con lo cual, ese mismo día lo llamé, en parte porque me sentí mal al darle largas cuando me dijo de llamarme él, pero alguien me contestó al teléfono diciéndome que Z estaba en el cuarto de baño. Dije que vale, que llamaría en cinco minutos.

Llamé en cinco minutos y ya respondió él. Lo noté como ansioso. No sabría explicar por qué. Como si tuviera remordimientos por no saber estar a la altura. Como si se sintiera mal por ser tan informal. No sé si era eso u otra cosa. Le dije que había quedado más tarde y estuvimos hablando. Me dijo un par de veces de vernos, pero no le dije nada concreto. "Mmm... No sé...". Y él notó que yo estaba muy harta de esas historias.

Al poco, colgamos. Me arreglé para irme, pero dándole vueltas a la mierda en la que estaba metida. Así que antes de salir por la puerta, me senté frente al ordenador y le envié un mensaje un poco extenso por la red social, diciéndole que no iba a verle más, que toda esa situación me hartaba, que me había cansado de los jueguecitos de "Ahora sí", "Ahora no", "Ahora sí", "Ahora no"... Que yo no quería perder el tiempo. Que estaba claro que él no estaba interesado en mí y que no iba a seguirle esperando, pues ya le había dado tiempo suficiente a que se aclarase y no le iba a dar más, porque me tenía todo el rato en standby y quién sabe lo que, por esperar por él, me estaba perdiendo de conocer.

También le dejé muy claro que no me llamase, porque no le iba a coger el teléfono. No quería darle oportunidad a que me volviera a soltar un rollo parecido al de aquella vez en que me despertó y me pintó todo muy bonito, hasta que me convenció y le dije que sí. No. No iba a dar oportunidad a que eso volviera a suceder.

Con lo cual, él respondió a mi mensaje diciendo más o menos que él nunca pretendió usarme (pues no sé qué pretendió entonces...), que él se sentía igual de bien paseando o charlando conmigo, que follando. Que quería seguir viéndome aunque fuera para hablar, que los límites los ponía yo. Que lo tenía ahí para lo que necesitara, etc. También me dijo, y esto es importante porque aquí por una vez reconoció el quid del asunto, que tenía miedo al compromiso. Decía que no sabía por qué, que no se lo explicaba, pero que entendía que yo estuviese harta. Y que le diese la dirección de casa para enviarme el colgante que me había regalado. Pero esto último lo encontré ridículo y supérfluo, ya que mi dirección la conoce porque estuvo dos o tres veces y es muy fácil de aprender. Por tanto, ni me molesté en darle dirección ninguna porque me sonaba a vacile total. No quería ya el dichoso colgante, y si lo quería enviar, ya sabía a dónde dirigirse.

Lo borré de esa red social y de otra más en la que estábamos también agregados. Lo hice con lágrimas en los ojos porque me costaba mucho. Terminé de prepararme y salí por la puerta para llegar a tiempo con la persona con la que había quedado.

Pasaron días, y yo obviamente me sentía súper mal. Lo pasé fatal porque lo extrañaba muchísimo, más de lo que hubiera creído. Sentía que no lo amaba pero sí que me había habituado a él y me dolía no seguir hablando, quedando, etc. Exactamente lo que yo quise evitar desde que me dijo la primera vez que en el futuro quién sabe, pero que no buscaba nada serio. ¿Veis? Al final pasó lo que quise evitar a toda costa. Me metió en vereda y me hizo ilusionarme para echar él cuatro o cinco polvos más.

No entendía por qué las cosas no podían ser más fáciles, porque podían ser fáciles de la hostia: deja tu puto miedo al compromiso a un lado (si tienes que ir a un psicólogo para superarlo pues vas), y vamos a darnos una oportunidad. Pero como bien me decía mi tío, "hay hostias que te vas a dar en la vida que, aunque yo te diga que te las vas a dar, si no te las das por ti misma no vas a aprender". Y con los años fui viendo que tenía razón. Es una de esas frases que se te quedan grabadas.

Pues eso le pasaba a él: no quería o no tenía fuerzas para superar ese problema, trauma, bloqueo o lo que quiera que fuese. O yo no le importaba lo necesario para hacerlo.

Él una vez me confesó que no tenía demasiados complejos físicos, y como ya no le creo nada, no sé si me habrá dicho la verdad, pero complejos psicológicos está cantado que sí los tiene. ¿Por qué? No tengo ni idea. Ya dije varios posts atrás que de él solamente conocí lo poco que pude observar yo en el tiempo que compartimos, o lo que él me quiso contar de sí mismo, pero nada más. Y por lo que él me contó de sí mismo, la verdad es que no me guío, ya que al principio se me puso de santo y de pobrecito (como hacen absolutamente todos los tíos o la gran mayoría), y la cara real se la fui viendo después, a medida que iban sucediendo las movidas. Vi cómo reaccionaba con todo, y lo que le vi es mucho cuento, mucho teatro, mucha palabrería adornada. Pero nada de unir la acción a la palabra.

Varias personas que en su día me animaron a conocerle, me dijeron  después al verme triste y desilusionada: "Cuidado, apártate de ese chico pero ya, que no te conviene. Así como una vez te dije que confiaras, hoy te digo que te bajes de ese tren". Yo no hacía caso. Me entraba por un oído y me salía por el otro. Es como lo que dijo mi tío: Tenía que darme yo misma contra la pared, verlo yo. Porque que me lo dijesen los demás, de poco o nada me valía.

Y es como hacía este chaval: aunque le dijeses que se tratase su problema, que el psicólogo no es cosa de locos, que se va a ahorrar muchas complicaciones, etc., hasta que no lo vea por él mismo, no va a hacer nada.

Yo hace años tuve una depresión. Al principio no sabía que la tenía. Solamente me notaba muy triste, pero pensaba que era una racha como tantas otras, porque mi trabajo me asqueaba, mis padres estuvieron a punto de divorciarse, etc. Se me juntaron muchas cosas (que aquí no contaré) y terminé de coger una depresión como quien coge una gripe por exponerse al frío.

Cuando me mudé para casa de mi ex-novio y dejé de trabajar, con tanto tiempo para pensar y ese cambio de vida tan brusco de estar atareada a tener todo el tiempo libre, mi ánimo se derrumbó completamente. Fui a mi médica de cabecera a explicarle que andaba fatal de ánimos y que me recetase algo, pero lo que me dio trastocaba mi ritmo de vida: me dio un antidepresivo que me bajaba la líbido, y un ansiolítico que me tenía durmiendo hasta las tres y media de la tarde, y no era plan. Así que pedí psicólogo y psiquiatra en otro centro médico. El psicólogo no me hacía nada en absoluto: se limitaba a hacerme preguntas y a tomar notas en su block, un día tras otro, un día tras otro..., sin ofrecerme consejos, soluciones, métodos para superar la depresión, etc. El psiquiatra me cambió la medicación y con ella mejoré, pero no era suficiente su efecto, no iba demasiado bien, así que los mandé al carajo a los dos y me marché para una psicóloga de pago, y para un psicoanalista que me cambió radicalmente la medicación.

La psicóloga me hizo un par de veces algo similar a la hipnosis sin llegar a hipnotizarme. Como una dramatización. Gracias a eso consiguió hacerme reaccionar y que sentara cabeza. Además, parecía importarle lo que le contaba y me proponía soluciones.

El psicoanalista, que no tenía nada que ver con esta chica, hablaba mucho conmigo y se implicaba, era un señor de la edad de mi abuelo, súper simpático, que se preocupaba por ayudarme con mi problema.

Yo ya tenía problemas con mi ex y él sin saberlo dio en el clavo con lo que sucedía. Pero además, me dijo que dejase la otra medicación porque era una porquería, que no entendía cómo me habían recetado eso si no era lo que yo necesitaba. Me dijo que empezase a tomarme dos cosas diferentes. Las empecé. En un mes, estaba nueva. Tenía la casa impecable, le preparaba a mi novio las comidas que más le gustaban y estaba muy cariñosa. Él se sorprendió agradablemente y me decía que estaba mejorando mucho y que estaba muy contento.

Pero bueno, por cosas que no vienen al caso, ya fue tarde para retomar esa relación en condiciones, así que yo me volví para casa de mis padres, y como a causa de la ruptura con mi ex me puse fatal, pedí cita con el psicólogo de mi centro de salud, en mi ciudad, porque vi que si no recibía una ayuda exterior iba a recaer en la depresión, y sabe Dios qué podría hacer estando mal. Así que le eché narices y por una vez, el consejo de mi tío no se cumplió: no necesité que nadie me dijese nada ni darme hostias. Yo misma veía que si no hacía algo me la iba a pegar, y bien fuerte, y sin recibir consejos y sugerencias por parte de nadie, yo misma decidí volver al psicólogo y seguir con el tratamiento que me había recetado el anterior psicoanalista.

En pocos meses me recuperé, y la ruptura con el tiempo fue dejando de dolerme. La herida se fue cerrando y, aunque me quedó como una cicatriz imaginaria, ya no me duele. Pienso en mi ex y en lo que hará y con quién, y sencillamente me resbala, y eso me alegra.

Así que pensé que ir al psicólogo podría ser bueno para ese bloqueo que Z había dicho que tenía.

En los días siguientes a cortar todo trato con él, estuve investigando mucho sobre el tema, y llegué a conclusiones como (copio y pego):

"Muchas personas desean encontrar una pareja y establecer una relación sólida pero por otra parte, les da miedo adquirir un compromiso.

Será llegados a la edad adulta cuando el foco de motivación se centra principalmente en encontrar una pareja. Claro está, que en primer lugar no es fácil para muchas personas conocer a alguien que pueda resultar interesante, pero cuando se encuentra y se decide iniciar una relación, uno se aventura en un universo de experiencias novedosas y de complejos sentimientos y emociones.

¿Por qué aparece el miedo?
El miedo surge ante la expectativa de cambio. Si una persona se plantea que tener una pareja conlleva una valoración que resta, es decir, existen más cosas que perdemos de las que ganamos, entonces tendrá más fuerza el temor al fracaso que la expectativa ante lo positivo que está por venir.
El miedo es el resultado de un desajuste entre lo que tenemos que afrontar y los recursos de los que se dispone. No solo es importante tener los recursos necesarios para afrontar las situaciones, es primordial que la persona sea consciente de la capacidad que posee y la lleve a la práctica.
Cuando la persona ignora sus propias capacidades, aparecen los temores e inseguridades que hacen a uno más frágil y débil ante las circunstancias. En estos casos, la persona tiende a huir porque no sabe como responsabilizarse ni asumir las diferentes adversidades con las que puede enfrentarse.

¿Qué personas son más vulnerables?
Existen algunas características comúnes entre las personas que les da miedo consolidar una relación de pareja. Estas personas temen el compromiso con ellos mismos, con su autonomía, les asusta ser responsables de sus actos y consecuencias, de tomar decisiones, de expresar sus opiniones.
La autonomía y responsabilidad son capacidades que se van construyendo y aprendiendo con los años. La familia tiene un papel fundamental en la formación de los recursos y capacidades del individuo. Así pues, una educación protectora, permisiva o muy rígida impide al individuo desarrollar sus propias estrategias de afrontamiento para valerse por sí mismo. La persona que ha aprendido a establecer normas rígidas, lo hará también con su pareja. Será exigente para compartir, dar y recibir del otro, y en el momento que la relación no siga el curso esperado, vendrá la frustración y la ruptura sin dar posibilidad de cambio.

La rigidez también lleva a que el individuo tenga la necesidad de tenerlo siempre todo controlado. Ese control se pierde en el momento que se comparte con una pareja el día a día y no se tienen las estrategias adecuadas para afrontar las situaciones novedosas que van apareciendo. Aparece entonces la inseguridad y el miedo que provoca angustia y frustración y por ende, se tiende a evitar aquello que no se controla.
También existe en estas personas una dificultad para expresar las propias emociones. Intentan no profundizar en lo que piensan y sienten de forma que las conversaciones que mantienen tienden a ser superfluas para no mostrar sus inseguridades y sentirse inferiores.

¿Cuál es su modus operandi?
Generalmente el deseo de conseguir una relación estable les hace ser buenos conquistadores, pero posteriormente su miedo a la intimidad les creará confusión y empezarán a crear y a creerse excusas y argumentos contra la pareja para poder escapar de una relación que inicialmente habían buscado.
Cuando surge el miedo a la intimidad, empiezan a crecer las dudas y a buscar “fallos” en la pareja. En cierta forma, la falta de estrategias y de conocimiento sobre uno mismo hace que se busque justificación a la propia inseguridad y temores.
Como no se está preparado para asumir y abordar las carencias que uno tiene, se busca en el otro fallos que alivien el malestar generado y así comprobar que la causa del desconcierto es que la otra persona no es la adecuada. Al final se buscará romper la relación para recuperar la estabilidad y huir del descontrol.

Este proceso de búsqueda de pareja y rechazo al compromiso se repetirá continuamente con diferentes parejas hasta que la persona asuma que tiene que abordar sus limitaciones. El ciclo se conseguirá romper cuando la persona se sincere consigo misma, afronte sus verdaderas necesidades y se arriesgue al compromiso."

Este último párrafo lo considero quizá el más trascendental. Lo pongo en cursiva.

Pero hay más:

"¿Cómo afrontar el miedo al compromiso?
Es imprescindible aprender a hacer frente al miedo utilizando nuevas estrategias de afrontamiento, ya que la evitación no resuelve el problema.
- Hay que hacer frente a la situación conociendo y asumiendo qué sucede y por qué sucede. Se debe contemplar la posibilidad de cambio sin que ello implique una sensación de descontrol.
- La autoconfianza debe ser un camino que se inicie desde un reconocimiento positivo de las capacidades y dificultades que uno posee. Valorarse más uno mismo fortalecerá la seguridad en las acciones y decisiones que se tomen.
- Es esencial aprender a expresar los temores y las inseguridades. Saber exteriorizar las preocupaciones ayuda a fomentar una relación de confianza y de mayor conocimiento entre los miembros de la pareja.
- También es importante conocer todos los miedos para sanearlos con nuevos pensamientos más adecuados y ajustados a la realidad.
El miedo es una emoción que aparece cuando se percibe una situación de amenaza y peligro. Cuando el miedo surge ante experiencias placenteras y que aportan felicidad, estamos ante un miedo irracional que puede causar mucha insatisfacción y frustración si no se intenta afrontar y combatir".

La fuente de donde extraje dicha información creo que excuso decirla, pues he visto varias webs que se la copian unas a otras. No sé a cuál pertenece en realidad...

Otra web llamada "Consulta sexual", nos explica a qué patrones obedecen las personas que padecen miedo al compromiso. Os copio (no tengo ganas de corregir faltas ortográficas, lo siento):

Por lo general son personas que temen el compromiso consigo mismos, con su autonomía, les asusta ser responsables de sus actos y consecuencias, de tomar decisiones, de expresar sus opiniones, lo cual se trasforma en una personalidad que en un principio fácilmente se adapta a todo y posteriormente entra en conflicto rápidamente y acusa a los demás o a las circunstancias de lo que le pasa.
Son personas que desde pequeñas no estuvieron en contacto con su autonomía y responsabilidad. La familia tiene un papel fundamental en la formación de estos recursos y capacidades, los cuales por muchas razones se ven limitados desde la infancia, como pueden ser desde la sobre protección del menor, hasta su abandono por parte de sus padres los factores que mas se presentan en estas tipo de personas.
Por otro lado, las personas que ha aprendido a establecer normas rígidas, por que así se las impusieron, lo van a hacer también con su pareja, sus hijos y  el resto de personas que les rodean. Son exigentes al momento de compartir, dar y recibir del otro, ya que siempre están esperando mas de lo que dan, son sobre demandantes y en el momento que la relación no siga el curso esperado, vendrá la frustración y la ruptura sin dar posibilidad de cambio, y casi siempre culparán a la pareja por lo sucedido.
Esta rigidez los lleva a una necesidad psicológica de tenerlo todo siempre controlado y pierden la ubicación rápidamente si sienten que pierden el control y lo tratan de recuperar a costa de lo que sea. Lo paradójico del asunto es que el control se pierde en el momento que se comparte con una pareja y aparece entonces la inseguridad y el miedo que provoca angustia y frustración y por ende, tienden a evitar relaciones con personas que no logran controlar. Sus principales mensajes son sobre el como debe actuar la pareja, como se debe vestir, como deben llevarse las relaciones con la familia, quienes deben ser sus amigos, etc.
Existen otras personas, que tienen dificultad para expresar sus emociones, son personas introvertidas, que están muy condicionadas a reprimir sus sentimientos y a expresarlos.  Son personas que tienen pensamientos sin necesidad de profundizar mucho y sostienen conversaciones que tienden a ser superfluas para no mostrar sus inseguridades y sentirse inferiores, son los que  popularmente llamamos “acomplejados”.

Estas son personas que siempre encuentran “peros” para todas las cosas y para todas las personas, así como a las situaciones que tienen que ver con el establecimiento de una relación. También es muy común que el nivel de exigencia de estas personas sea muy elevado. Mantienen sus expectativas muy altas para otras personas, lo cual inconcientemente les sirve para que ninguna pareja consiga alcanzarlo.
Son personas que siempre están dudando de sus parejas, nunca están seguros si es la pareja la persona indicada, o en muchos de los casos intentan justificar sus dudas con acciones que no necesariamente son ciertas, como por ejemplo, decir que sus parejas les son infieles o que prefieren a otras personas que a ellos, así sea la propia familia de la pareja, siempre van a encontrar una “falla en el actuar de su pareja”. Son personas que no se conocen a si mismas y esta falta de conocimiento hace que se busque justificación a la propia inseguridad y temores, culpando a sus parejas.
Como no se están preparados para comprometerse, buscan las fallas en su pareja o amigos para aliviar sus malestares y lograr comprobar que la causa del fracaso es que la otra persona no es la adecuada y de esta manera evaden sus responsabilidades fácilmente.
Por lo regular el resultado en la relación de pareja es el rompimiento debido a la falta de estabilidad y por no poder ejercer el control absoluto de la relación.

El factor común en este tipo de relaciones es el miedo que provoca el  compromiso, y esta es una emoción que aparece cuando se percibe una situación de amenaza y peligro, aunque no sea real."

Esto ha sido escrito por el terapeuta José Jaime Martínez. Sexólogo, especialista en hipnosis y en programación neurolingüística.
Y supongo que Z afirmará que estos estudios son mentira, que él no es así, que no hace esas cosas, que cómo el señor José Jaime habrá conseguido aprobar la universidad.

El caso es que me estuve informando al respecto, y no sólo encontré todo esto que os acabo de copiar, sino muchas más cosas.

Como se daban varias opciones de comportamiento para padecer el miedo al compromiso, yo pensaba mucho en qué debió de pasar Z de pequeño para actuar de semejante forma ya mayor. Pensé ideas locas... o no tanto. No sé. Al principio, como todavía sentía apego por él, quería saber qué le había pasado, porque todo es causa de algo.

Claro que como él afirma tener miedo al compromiso pero no saber de dónde le viene, obviamente no querrá reconocer ninguno de estos síntomas como propio, o no relacionará posibles hechos de su pasado con la actualidad.

Luego se quejaba de mi vergüenza a la desnudez en nuestros momentos íntimos. ¿Qué sabe él de mi pasado? ¿Acaso cree que he decidido avergonzarme de mi propia desnudez por puro aburrimiento? ¿Es consciente de hasta dónde pueden llegar mis complejos o de qué me sucedió para yo ahora actuar así? No, al igual que yo no puedo juzgarlo a él.

Mis historias personales al menos no le afectan a él (como mucho le cortaban de mirar menos de lo que quizá hubiera deseado). Pero las suyas sí me afectaban a mí.

Pero vi y veo que él no es realmente consciente de estas cosas. He visto, por cosas que conté y que contaré, que aunque sabe que tiene ese trastorno, no hace nada por remediarlo, porque admitirlo y buscar ayuda, sería reconocer y replantearse muchas cosas, y precisamente es eso en lo que flaquean las personas con miedo al compromiso: no quieren reconocer que el problema está en ellos y buscan las causas en los demás. Sé que no lo reconocerá. Por eso vuelvo a nombrar el consejo de mi tío: "Aunque te avise de que te vas a dar hostias en la vida, algunas te las tendrás que dar tú para aprender". Y de nada sirve decirle nada, porque no habrá manera de que sea franco consigo mismo o con los demás y lo admita, o si lo admite, será de forma superficial (como en su mensaje) y no hasta el punto de tomar cartas en el asunto y adoptar medidas de cambio, de solución, tal y como yo hice conmigo misma cuando me vi mal y acudí a terapia psicológica.

A veces, hacemos como que no vemos. Y no vemos porque realmente no queremos ver. Porque sabemos que lo que vamos a ver, no nos gustará, y la cobardía nos puede. Nos ponemos excusas, a nosotros y a los demás. Pero eso no soluciona el problema ni hace que se vaya: tan sólo lo aplaza.

Por eso el párrafo aquel lo marqué en cursiva, porque es el que considero más importante, y lo vuelvo a copiar:

"Este proceso de búsqueda de pareja y rechazo al compromiso se repetirá continuamente con diferentes parejas hasta que la persona asuma que tiene que abordar sus limitaciones. El ciclo se conseguirá romper cuando la persona se sincere consigo misma, afronte sus verdaderas necesidades y se arriesgue al compromiso."

A la vida hay que echarle un buen par de huevos. Los problemas hay que saber afrontarlos, y si solos no podemos o no sabemos, entonces hay que tener el valor de buscar la ayuda que necesitamos, para empezar desde cero. Los problemas no se van si hacemos ojos ciegos y oídos sordos. Seguirán ahí pero mientras los ignoremos no seremos conscientes de que ahí están. Pero están. Y tarde o temprano, volverán. ¿Habrá que estarse escondiendo de forma perpetua, entonces? Ahí está la diferencia entre las personas valientes y las cobardes, porque alguien valiente no significa que no tenga miedo, sino que lo afronta.